El tamaño de las cohortes de jóvenes nos indica que en la próxima década la cosa irá, si acaso, a peor.
El Covid-19 no ha ayudado a la natalidad. Y eso que algunos hicieron bromas, al inicio de la pandemia, sobre el hecho de que tantas semanas encerrados podían disparar los nacimientos. Algunos quizás pensaron que para muchas parejas jóvenes esto sería como esos apagones que la leyenda urbana asegura que ayudan a impulsar al alza los embarazos: mucho tiempo en casa, poco que hacer, sin demasiadas alternativas de ocio... y llega un momento en el que te pones manos a la obra.
Pues no. Se ha quedado en un chiste facilón. Porque, de hecho, lo que está ocurriendo es lo contrario. En los meses que llevamos de 2021, los nacimientos han caído respecto al año anterior (y mucho más, todavía, respecto a las cifras de 2019 o a las que había un lustro antes, en 2016). Como informábamos el pasado viernes, en Libertad Digital, "el año de la pandemia, el 2020, murieron 493.776 personas en España, casi un 18% más que en 2019; y nacieron 341.315 bebés, que confirmaron la tendencia de descenso de la natalidad (otro 5,35 % de caída)".
Pero estas cifras, que siempre son interesantes, son todavía peores si las ponemos en perspectiva y las comparamos ya no con las de estos últimos años, sino con las que tenían las madres y abuelas de los actuales españoles. Como siempre, junto a las cifras del INE, usaremos las que publica en sus redes sociales la Fundación Renacimiento Demográfico de Alejandro Macarrón.
Los datos que nos ofrecen son los siguientes:
Incluso si no sabemos nada de demografía, intuimos que este número es bajo porque es lo que llevamos escuchando años. Y porque un descenso en una cifra que sabemos que ya era muy mala... llama la atención. Pero probablemente no sepamos cómo de mala es en realidad. Por eso, es interesante mirarla con cierta perspectiva histórica.
Una puntualización antes de ponernos con las cifras: es verdad que no hay tantos datos de cuántas madres extranjeras había en España hace unas décadas. Pero podemos suponer sin temor a equivocarnos demasiado que eran muy pocas: un colectivo con poco impacto en las estadísticas. Por eso, comparamos las cifras de nacimientos hasta el año 2000 con las actuales. Y, además, en los últimos años sí separaremos madres nacidas y no nacidas en España, para ver la magnitud de la caída entre poblaciones comparables.
Por último, el tamaño de las cohortes de jóvenes es interesante porque nos indica que la cosa irá, si acaso, a peor. Es verdad que si sumamos los datos de nacimientos, contando inmigración, puede parecer que la cosa no es tan grave (aunque lo es, en el sentido de que ni siquiera con la inmigración mantenemos las cifras de los noventa). Si miramos sólo hijos de madres nacidas en España, lo que observamos es un desplome no tiene ninguna pinta de detenerse: a partir de 2010 comenzaron a llegar a la edad madura los hijos/as nacidos a finales de los 80 y comienzos de los 90. Pero entonces había llegado el invierno demográfico y esas cohortes tenían muchos menos hijos por mujer que sus madres.
Lo que queremos decir es algo evidente desde un punto de vista matemático, pero que cuando miramos la estadística de hijos por mujer no siempre es valorado: no es lo mismo que una cohorte con 5 millones de veinteañeras tenga 1,2 hijos por mujer a que los tenga una cohorte de 2 millones. Sí, el dato de hijos por mujer puede ser igual, pero los nacimientos no lo serán. Hasta mediados de la década de 2010, el hundimiento de la natalidad en España ha estado maquillado por lo ocurrido en los 60-70: había muchas mujeres que podían tener descendencia. Los españoles tenían menos hijos por mujer, pero todavía estaban siendo padres las últimas cohortes del baby-boom. A partir de ahora, lo normal es que la tendencia se agudice: los que tienen que cambiar esa dinámica son pocos, así que para revertir los datos tendrían que tener muchos más hijos. Ningún indicador apunta a que eso pueda llegar a ocurrir.
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