¿Qué es más barato: un hospital público tradicional o uno gestionado por una compañía privada? ¿Y cuál de los dos provee a sus usuarios de un servicio mejor? Éstas son las dos cuestiones clave en la polémica sobre la reforma de la sanidad madrileña que desde hace semanas tiene en pie de guerra a buena parte de los médicos de esta comunidad.
Para los que se oponen a los cambios impulsados por Javier Fernández-Lasquetty, las empresas son más caras, puesto que quieren obtener un beneficio, un coste en el que no incurren los hospitales públicos. Además, no se preocupan del bienestar de su paciente, porque su única prioridad es sacar un euro más en su cuenta de resultados.
Para los que piden más intervención del sector privado, éste ha demostrado en repetidas ocasiones que es capaz de ahorrar mucho más que cualquier organización burocrática, ofreciendo servicios similares a un coste muy inferior, puesto que tiene la presión de tener que ser cada día más eficiente, tanto por lo que respecta a sus clientes (en este caso usuarios) como a sus propietarios.
Hace unos días, Iasist, compañía de consultoría especializada en el sector sanitario, presentó en Esade, su segundo informe Evaluación de resultados de los hospitales según su modelo de gestión (el primero se publicó en 2007). Según los resultados del análisis de 78 hospitales de toda España, los 41 de Gestión Administrativa Directa (GDA) y los 37 de Otras Formas de Gestión (OFG) tienen unos resultados de calidad asistencial muy similares con una diferencia: los segundos, aquellos en los que los servicios los proveen compañías privadas, son bastante más baratos que los primeros (hasta un 26,8% en el coste de producción por línea de producto).
En general, los hospitales públicos analizados son algo más grandes que los gestionados de forma privada: 258 camas por 151 de media y 1.207 por 665 trabajadores. En los primeros, el personal facultativo (entre médicos y MIR) supone el 21% del total, mientras que en los segundos alcanza el 22,6%. En lo que se refiere a los pacientes, no hay demasiadas diferencias, puesto que la edad media de unos y otros apenas varía en dos años: 55,2 para los GDA y 57 para los OFG.
En total, los 41 hospitales de gestión pública gastaron 83,3 millones de euros (58,7 millones en personal y 24,6 en aprovisionamientos), mientras que los 37 de gestión privada gastaron unos 48,1 millones (31,7 millones en personal y 16,3 en aprovisionamientos).
Hasta aquí, tenemos los datos brutos de estos 78 hospitales. Lo importante, sin embargo, no es cuánto gastan en total (puesto que hay centros más grandes o que atienden a poblaciones mayores), sino cómo lo hacen tanto en cuestión de la "calidad asistencial" que ofrecen a los pacientes como en cuanto a su "eficiencia económica". Según los datos de Iasist, no hay demasiadas diferencias en lo primero (aunque los privados están ligeramente por delante) pero sí en cuanto a lo segundo.
De esta manera, en los tres índices de "calidad asistencial" los GDA y los OFG tienen unos resultados similares (algo mejores para estos últimos, pero no lo suficiente como para sacar conclusiones robustas desde el punto de vista estadístico):
Sin embargo, esta situación de relativa igualdad en lo que hace referencia al trato a los pacientes se descompensa en lo que hace referencia a los datos de eficiencia económica:
Evidentemente, no todos los hospitales de GDA están peor clasificados que los OFG, por eso, los autores del informe destacan que si hay centros de gestión directa que "consiguen unos resultados notables en cuanto a eficiencia, es necesario analizar cuáles son los factores que subyacen en la consecución de dichos resultados, [para que] puedan servir de guía al resto de centros de este tipo". Eso sí, los datos del estudio también demuestran con claridad que "la mayor eficiencia económica no condiciona la calidad científico-técnica", como lo demuestra el hecho de que aquellos centros que mejor usan sus recursos desde el punto de vista del coste tengan resultados similares en lo que hace referencia al tratamiento de los pacientes.
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